"Lo más difícil de entender del mundo es el impuesto sobre la renta"El Impuesto sobre la Renta es el dinero que el gobierno quita a las personas directa o indirectamente, el cual consiste en un porcentaje sobre los ingresos de un individuo o sobre las ganancias de una empresa (individuos organizados para realizar una labor creativa). La razón que se esgrime en favor de esta exacción es que el dinero sirve para mantener, desde la seguridad hasta las escuelas, desde la administración de justicia hasta la financiación de deportistas y escritores. Es decir, sirve para que un monopolio financie todos aquellos bienes y servicios que los individuos en principio pueden costear por sí mismos y para otros, así como para costear bienes y servicios que no son de interés para los individuos excepto para los beneficiarios.
Albert Einstein
Y bien, decíamos que el robo que comete el gobierno con el Impuesto a la renta es directo o indirecto. El robo obvio y directo es el que obliga (coacciona) a profesionales independientes, trabajadores calificados y emprendedores a cumplir con el cálculo, el llenado de un formulario y el pago del impuesto, trámite que además es un robo a la sociedad de un recurso irrecuperable: el tiempo. El robo indirecto, y en el que nos vamos a detener hoy, es el que consiste en todos los bienes, servicios, tiempo y calidad de vida que se quitan a los ciudadanos, incluidos -y principalmente- a quienes no llenan formularios ni pagan impuestos sobre la renta.
¿Cómo sucede este robo del que no nos hemos dado cuenta?
Cuando el Estado resta recursos a ciudadanos y empresas (no otra cosa que otros ciudadanos organizados en tareas creativas y productivas), quita el capital para invertir en bienes y servicios necesarios para continuar y mejorar los negocios de estas personas. Si el impuesto consiste en un 50% de las ganancias o renta, significa que, por ejemplo, a los dueños de restaurantes se les quita la mitad de sus ganancias, las cuales habrían usado en mejorar la atención en sus establecimientos a través de nuevo mobiliario, cocinas de mejor calidad, capacitación para sus empleados, etc. Entonces, para mantener un margen de utilidades muchos establecimientos de servicio al público restan personal, el resultado: un mesero debe hacer el trabajo de dos personas con el impacto que ello tiene en la calidad del servicio.
En otro ejemplo, el impuesto a la renta a las grandes farmacéuticas (y a las ganancias de sus directivos, empleados y científicos) quita recursos que habrían sido destinados a investigar una nueva cura contra el cáncer. De esta manera se resta la capacidad de innovación de las empresas, haciendo que la siguiente cura contra el cáncer, el vehículo más eficiente o el robot de limpieza más eficaz se alejen en el tiempo. Es decir, demorarán en llegar a los consumidores y cuando lo hagan será a un mayor precio.
En un ejemplo más, el impuesto a la renta que una industria de alimentos es obligada a pagar, podría haberse usado para extender la fábrica y dar empleo a cientos de personas. También quita la capacidad de comprar una nueva maquinaria que podría producir más o nuevos productos. Finalmente, sin nueva maquinaria, el trabajador nunca tendrá la oportunidad de capacitarse en una nueva tecnología o metodología relacionada con una maquinaria que no podrá ser adquirida. Se le ha arrebatado al trabajador -sin que él lo sepa- una oportunidad de crecimiento profesional y personal.
De modo que en tres ejemplos hemos visto cómo el Estado y sus impuestos sobre las ganancias han arrebatado los recursos que podrían haberse invertido en mejorar servicios, crear nuevos bienes y servicios, y generar más empleos y crecimiento personal. Por tanto, no es extraño que a una creación o subida de impuestos le siga una menor calidad en el servicio al cliente, un estancamiento en la variedad de bienes y servicios, una reducción del empleo y su cualificación; usualmente todo junto.
"Por el alza de impuestos despedimos a la chica guapa que vino de Hooters ¿qué te sirvo cariño? |
Se suele argumentar que el dinero recaudado por estos impuestos serían mejor usados por el gobierno en obras y servicios públicos como carreteras, escuelas, cortes de justicia o centros médicos. Bueno, tal argumento no es válido, si bien los gobiernos gastan el dinero recaudado en las mencionadas obras, la mayor parte del gasto se realiza en rubros innecesarios tales como una abultada burocracia cuya utilidad es nula, en publicidad, en viajes de funcionarios, en eventos inútiles, y en pagos de ejércitos en guerra o en reserva (otra forma de llamarle a la vagancia) cuyo fin es destruir (o amenazar con destruir) vidas y propiedades ajenas, o en el mejor de los casos vivir parasitando del dinero ajeno, siempre con el recurso de blandir el garrote militar en caso de que su financiamiento peligre. Desde luego, carreteras, hospitales, cortes de justicia y escuelas son necesarios, pero todos estos son bienes y servicios que la gente puede proporcionárselos a sí misma en mejores condiciones de calidad y precio, pagándolos precisamente con el dinero que ahora el gobierno le roba a las personas.
Luego, se argumenta de que no todas las personas están en capacidad de adquirir bienes y servicios, incluso los más básicos. Es cierto, y sin embargo no hay forma de que el Estado pueda ayudar a esas personas, excepto desapareciendo. Y es que el Estado es por sí mismo el mayor impedimento para que los ciudadanos mejoren su calidad de vida. Recordemos el caso del ejemplo de la industria de alimentos que no puede expandir su fábrica porque el Estado le arrebató la mitad de sus ganancias, recordemos cuántos empleos no se crearon por eso, y por ende cuanta gente en la pobreza no puede acceder a empleos. Y el mismo caso se repite muchas veces en la misma rama de la industria y en todas las otras ramas de industrias y servicios. Cientos, miles de empresas se encuentran con límites para expandir sus fábricas y oficinas, y por ende son miles y cientos de miles los empleos que no se crean, sumados a los miles de empleos que se destruyen directamente al crear o elevar el impuesto a la renta o cualquier otro impuesto.
Nuevamente, se argumenta de que no siempre el dinero es bien invertido por el empresario quien lo dedica a lujos personales como sus nuevos palos de golf y los enanos de jardín de su esposa. ¿Y qué con ello? ¿Gastar parte o toda una fortuna de una forma que disgusta a otros es razón suficiente para quitarle a las personas el fruto de su esfuerzo? ¿En qué sistema moral cabe eso? no en uno justo y ético por cierto. Además, en una sociedad más libre de regulaciones e impuestos, los excesos son castigados. Por ejemplo, un empresario que gasta su fortuna mucho más en lujos que en invertir en su negocio, se verá presionado a cambiar su comportamiento o cerrar mientras su competencia innova, le recorta mercado, mantiene empleados capacitados y sirve mejor a los intereses de sus clientes. Por otra parte, una sociedad más libre es una que genera más tiempo de esparcimiento, usualmente más para empleados y trabajadores que para los directivos. Los cruceros de placer, una vez reservados a élites y la nobleza (e inmigrantes pobres mal acomodados junto a los almacenes de carbón) hoy son cada vez más sofisticados y a estos acceden cada vez más personas cuya generación anterior sólo visitó el mar para trabajar de estibador en el puerto.
Vencidos los argumentos de "altruismo a la fuerza" se intenta un argumento utilitarista: que los impuestos en general sirven para "ayudar" a las empresas capitalistas mediante el gasto público e infraestructura pública necesaria para el comercio como puertos y carreteras. De nuevo; carreteras, puertos y otras infraestructuras, ya eran, son o pueden ser gestionados por la empresa privada, en términos de libre competencia y con mejores resultados que la empresa pública. El gasto público por su parte, es un esquilmo de recursos a los ciudadanos que el Estado gasta en beneficio de grupos de presión a través de subsidios, compras públicas (corrupción incluida) y diversos despilfarros. En este sistema de gasto estatal, hay quien lucra largamente y "recupera" sus impuestos, pero la inmensa mayoría ve mermados sus recursos que habrían sido mejor destinados en servir a la gente, entregando bienes y servicios que ellos necesitan.
En resumen, si visitamos un restaurante internacional donde los meseros no hablan inglés, si vemos escasa innovación industrial, si vemos niveles altos de desempleo, improductividad y salarios bajos, si encontramos servicios deficientes y empleados indolentes. Si notamos que estos son síntomas generalizados, más allá de las dificultades de un negocio particular, podemos rastrear el origen de estas deficiencias en los altos impuestos que paga el sector productivo, principalmente los impuestos sobre el capital, sumado a ello otros impuestos, permisos y regulaciones. ¿Lo has notado en alguna sociedad en particular?
Todos los impuestos son destructivos de la riqueza y el empleo de un país pero el más destructivo de todos es el impuesto a la renta.
Los impuestos, algo asi como las religiones, no son sino vestigios de un pasado brutal mantenidos por la ignorancia, la estrechez de mente, pero sobre todo, porque perpetúan y viabilizan la permanencia de una casta de vagos: la burocracia.
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